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Hablemos de toma de decisiones

No, tomar decisiones no es una característica exclusiva de la adultez. Tampoco es algo que aprendamos al llegar a ella, ni que venga automáticamente con la mayoría de edad.
La buena práctica de tomar decisiones comienza en las etapas más tempranas de la infancia. Solo necesitamos propiciar que nuestro entorno, nuestras relaciones y nuestras formas de cuidado lo permitan.

Un ejemplo claro se da cuando los infantes comienzan a agarrar objetos. Si les ofrecemos diversos estímulos, estarán frente a un ejercicio de toma de decisiones. No se trata solo de elegir un objeto sobre otro. También deciden en qué dirección se mueven, hacia dónde enfocan su energía, cómo invierten su tiempo.


Muchos de nosotros, como adultos, podríamos decir que envidiamos esa claridad con la que los niños deciden. Sin embargo, fueron precisamente esos primeros estímulos los que nos ayudaron a desarrollar hoy nuestra capacidad de responsabilidad, disciplina y compromiso.

Cuando un niño elige con qué jugar, alimenta su creatividad a la hora de decidir. Aprende a discernir entre esfuerzo y disfrute. Y, lo más importante, comienza a construir su propio camino.

Esto le permitirá pensar por sí mismo, confiar en su criterio y actuar con seguridad.
Así que, hablemos de toma de decisiones en la infancia, para criar niños pacíficos que maduren como adultos competentes.