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Seré breve y sincero, yo tampoco estoy convencido del todo del acercamiento pikler en el cuidado infantil. No obstante, siempre quiero saber más sobre las mejores prácticas para el desarrollo pleno de la niñez. Una cosa no quita la otra, no tenemos que creernos todo el cuento, podemos decidir qué es posible dentro de nuestros programas y qué no. Como personas críticas podemos discernir cuáles prácticas son buenas prácticas y cuales otras no son tan buenas. Pero esto conlleva la responsabilidad de que aceptemos cuando una perspectiva nos sorprende. Con esta mentalidad, salí del entrenamiento sobre juego libre desde la perspectiva de pikler que se llevó a cabo en octubre del 2023 en Londres.

Varias de las cosas que nos presentaron durante el entrenamiento respondían a un contexto de estilo de vida europeo, que poco tiene que ver con los apegos físicos y emocionales de las familias latinas con las que crecí y con las que trabajo. Sin embargo, me quedé con dos enseñanzas que deberíamos involucrar en nuestra labor diaria. No serán fáciles, pero son urgentes. 

La primera, es que le debemos a nuestra niñez desde hace tiempo, parar de infantilizarla. Los infantes, son infantes, no por eso hay que darles un trato que trate sus distintas etapas de desarrollo como algo menor. Que un infante reconozca sus manos, reconozca el espacio que lo rodea, encuentre sus pies, se aprenda a empujar con sus piernas estando de espalda en el suelo, son grandes logros del desarrollo. 

Nuestro deber, es proveerles un espacio seguro para que las y los infantes, disfruten óptimamente cada una de sus etapas.  

La segunda enseñanza con la que me quedo es para mí, el punto neurálgico de la perspectiva pikler: este acercamiento NO es sobre el niño o la niña, es sobre cómo los adultos se relacionan con los niños y niñas. Como adultos, debemos quitarnos la ridícula idea de que a infantes de 0 a 3 años le estamos enseñando de la misma manera que a niños más grande en el sistema escolar. Durante la primera infancia, el adulto debe ser responsable simplemente de brindar un ambiente seguro, sano y estimulante para la infancia. Un espacio seguro, más humano, menos escolarizado, que permita a los infantes adentrarse con los otros en el mundo a través de conocerse a sí mismo. En este sentido, la perspectiva pikler, hace un llamado a la humanidad del adulto, para proteger la humanidad de la niñez.